En un reportaje reciente el senador Pepe Mujica (Revista Acción, abril de 2009), favorito en las encuestas para presidente del Uruguay, decía que “con miseria, con la brutalidad de la miseria no se puede hacer ni socialismo ni nada que valga la pena”, y que “no creía en el salto del subdesarrollo al socialismo”.
Es cierto que instaurar el socialismo en una sociedad de ricos y pobres, donde el aire que impera es a favor del capitalismo, y donde además circulan mitos que se encargan de que todos, aun los más perjudicados, sostengan las premisas del capital como únicas y naturales practicas humanas, instaurar el socialismo en esas condiciones parece imposible.
Sin embargo, quizás no se trata de instaurar el socialismo, sino de rescatar y poner en categoría institucional un conjunto de comportamientos que son los que hacemos todos los días la mayoría de la gente de nuestras sociedades. El capitalismo y especialmente la modernidad, pueden definirse como la capacidad de arrasar con todo lo viejo. Lo decía Marx: el capitalismo no deja estamento en pié. Todo lo que obstruya el comercio será arrancado de cuajo. Esa suerte corrieron por ejemplo los estamentos feudales. Pero también, esa suerte corrierron las construcciones del mismo capitalismo cuando ellas comenzaron a impedir la libre circulación del capital, vía intercambios de toda índole. Bauman habla de este proceso cuando se refiere a la “licuación” que van sufriendo los “sólidos” de la era industrial: la fábrica, la familia, el dinero, los principios, y hasta la misma trama social. Nada puede oponerse al vendaval de la modernidad. O se adecua a la nueva circunstancia o es eliminado.
Sin embargo hay espacios donde el capitalismo nunca ha podido plantar su bandera victoriosa, por lo menos no completamente. Uno de ellos es el de la unidad familiar, y especialmente en la más humilde; donde la práctica común se da en el marco de la cooperación, la ayuda mutua, la redistribución, la reciprocidad y hasta el asociativismo. Allí no se persigue un fin de lucro ni de acumulación, mas bien se procura la reproducción ampliada de la vida de todos, porque se procura, además de los materiales, el mayor alcance hacia todos los aspectos sociales, psicosociales y culturales. Y esto no se hace por respeto a una matriz ideológica, sino como única manera o posibilidad de mantener la vida, posibilidad que para muchos el capitalismo no le brinda.
El de la unidad familiar, sin embargo no es el único espacio de resistencia, es decir, donde están vigentes relaciones que no provienen de una practica capitalista. También puede darse en el grupo de amigos, en ciertas comunidades, en algunas organizaciones y sobre todo entre los chicos. Alguna vez he pensado en la posibilidad de hacer un programa de radio donde pudiera expresarse en vivo la fuerte presencia de estas particulares características vinculares, detectadas en diferentes formas sociales y culturales: personas, grupos, niños, poesía, arte, humor. Nada más que para hacer tangible la no totalización cultural de los estamentos capitalistas, a pesar de lo que parece.
Cuando estas características son elevadas a una categoría institucional, suele decirse que se está ante una economía social. Yo prefiero incluir a la unidad familiar también en la economía social. Porque siendo la economía una propuesta política, esa economía social institucionalizada va a necesitar de la permanente cercanía física con sus fuentes, una constante conversación con estas fuentes, ya que del otro lado tendrá las fuertes tensiones dominadas por la lógica del capital.
Pero la economía social debería ser todo un sistema capaz de producir, de manera superior (no en términos de eficiencia utilitaria), por medio de la asociatividad, la reciprocidad, la autogestión y la cooperación; y además contar con instituciones que lo sostengan, tal cual contó y cuenta el capitalismo. Y la principal institución de sustentación es el Estado.
El Estado puede ayudar a la constitución y fortalecimiento de este otro sistema, sin necesidad de abolir nada. Solo jerarquizando todas aquellas practicas que consolidan otra manera de producir, distribuir circular y consumir, en función de necesidades determinadas políticamente, y no bajo el influjo del mercado. Por supuesto, nada se dará por simple decisión, o con solo desearlo, pero la voluntad política es indispensable.
No creo que nada de esto se le escape al autor de las mateadas, que afirma además que hacer política es comunicar; pero comunicar entendido como la capacidad de relacionar la diversidad sociocultural en un espacio por medio de la conversación, que eso eran las históricas mateadas. Y en toda conversación con la gente del pueblo estarán presentes sin duda las características fundamentales de la economía social. Juan Ricci
Es cierto que instaurar el socialismo en una sociedad de ricos y pobres, donde el aire que impera es a favor del capitalismo, y donde además circulan mitos que se encargan de que todos, aun los más perjudicados, sostengan las premisas del capital como únicas y naturales practicas humanas, instaurar el socialismo en esas condiciones parece imposible.
Sin embargo, quizás no se trata de instaurar el socialismo, sino de rescatar y poner en categoría institucional un conjunto de comportamientos que son los que hacemos todos los días la mayoría de la gente de nuestras sociedades. El capitalismo y especialmente la modernidad, pueden definirse como la capacidad de arrasar con todo lo viejo. Lo decía Marx: el capitalismo no deja estamento en pié. Todo lo que obstruya el comercio será arrancado de cuajo. Esa suerte corrieron por ejemplo los estamentos feudales. Pero también, esa suerte corrierron las construcciones del mismo capitalismo cuando ellas comenzaron a impedir la libre circulación del capital, vía intercambios de toda índole. Bauman habla de este proceso cuando se refiere a la “licuación” que van sufriendo los “sólidos” de la era industrial: la fábrica, la familia, el dinero, los principios, y hasta la misma trama social. Nada puede oponerse al vendaval de la modernidad. O se adecua a la nueva circunstancia o es eliminado.
Sin embargo hay espacios donde el capitalismo nunca ha podido plantar su bandera victoriosa, por lo menos no completamente. Uno de ellos es el de la unidad familiar, y especialmente en la más humilde; donde la práctica común se da en el marco de la cooperación, la ayuda mutua, la redistribución, la reciprocidad y hasta el asociativismo. Allí no se persigue un fin de lucro ni de acumulación, mas bien se procura la reproducción ampliada de la vida de todos, porque se procura, además de los materiales, el mayor alcance hacia todos los aspectos sociales, psicosociales y culturales. Y esto no se hace por respeto a una matriz ideológica, sino como única manera o posibilidad de mantener la vida, posibilidad que para muchos el capitalismo no le brinda.
El de la unidad familiar, sin embargo no es el único espacio de resistencia, es decir, donde están vigentes relaciones que no provienen de una practica capitalista. También puede darse en el grupo de amigos, en ciertas comunidades, en algunas organizaciones y sobre todo entre los chicos. Alguna vez he pensado en la posibilidad de hacer un programa de radio donde pudiera expresarse en vivo la fuerte presencia de estas particulares características vinculares, detectadas en diferentes formas sociales y culturales: personas, grupos, niños, poesía, arte, humor. Nada más que para hacer tangible la no totalización cultural de los estamentos capitalistas, a pesar de lo que parece.
Cuando estas características son elevadas a una categoría institucional, suele decirse que se está ante una economía social. Yo prefiero incluir a la unidad familiar también en la economía social. Porque siendo la economía una propuesta política, esa economía social institucionalizada va a necesitar de la permanente cercanía física con sus fuentes, una constante conversación con estas fuentes, ya que del otro lado tendrá las fuertes tensiones dominadas por la lógica del capital.
Pero la economía social debería ser todo un sistema capaz de producir, de manera superior (no en términos de eficiencia utilitaria), por medio de la asociatividad, la reciprocidad, la autogestión y la cooperación; y además contar con instituciones que lo sostengan, tal cual contó y cuenta el capitalismo. Y la principal institución de sustentación es el Estado.
El Estado puede ayudar a la constitución y fortalecimiento de este otro sistema, sin necesidad de abolir nada. Solo jerarquizando todas aquellas practicas que consolidan otra manera de producir, distribuir circular y consumir, en función de necesidades determinadas políticamente, y no bajo el influjo del mercado. Por supuesto, nada se dará por simple decisión, o con solo desearlo, pero la voluntad política es indispensable.
No creo que nada de esto se le escape al autor de las mateadas, que afirma además que hacer política es comunicar; pero comunicar entendido como la capacidad de relacionar la diversidad sociocultural en un espacio por medio de la conversación, que eso eran las históricas mateadas. Y en toda conversación con la gente del pueblo estarán presentes sin duda las características fundamentales de la economía social. Juan Ricci
El de la foto es Artigas, héroe de la independencia uruguaya, a pesar de que se definía como "argentino de la Banda Oriental".
No hay comentarios:
Publicar un comentario